martes, 11 de noviembre de 2008

mien-ying

Prometiste llevarme de viaje, primero voy a llevarte yo.
Al pie de Chan-tung, una aldea, a orillas del Río Amarillo, donde el cielo se junta con la tierra y el agua cruza. Donde el aire pasea sin rumbo y el fuego arde.
Donde navegan barcas repletas de verduras, las coles más inmensas y el olor a jengibre penetrante, se mezcla en el ambiente con el perfume de las azaleas. Llega lejano el picor de chiles molido con salsa de ostras en un viejo mortero de piedra.
La casa es de barro, erguida gracias a unos delgados listones de madera. El piso es dek, y apenas posee un par de puertas circulares. Acá casi todas las casas tienen puertas circulares, nacemos al mundo al atravesar su quicio y el calor de un vientre nos abriga cuando estamos dentro.
Se sacuden apenas las cortinas de cáñamo. Huele a incienso que se quema lento. En un fogón de barro crepita un fuego amanecido. El sol brilla en su esplendor pero es una primavera fría, todavía hay hielo en las montañas.
Le pido a la Reina Madre del Oeste que reciba mi alma, si la noche no me encuentra en la cama o en la cama me encuentra la muerte. Hago el saludo al sol como todas las mañanas, recibo su agradable beso en las mejillas, su caricia cálida y naranja.
Hoy soy taoísta, me desperté en una cama sin almohadas. El Tao me dice que confíe en la naturaleza. Que sea como la flor de loto que convive con el río sin poseerlo. El Tao me dice que sea como el río, que besa las costas, y se marcha.
Pero cuesta y me encuentro tendida al costado de la muralla escribiendo, no se como llegue hasta acá, pero estoy. Escribo con la pluma sobre un tronco de madera, rebano una delgada capa y sigo escribiendo. Se amontonan las virutas con fonemas: sos mien(techo), pero también sos ying(sombra).
Suenan el gong, las campanas, los tambores. Cae la noche y brillan faroles rojos de papel de arroz. En Oriente las historias de amor son distintas. Una historia del Han, cuenta como dos jóvenes mueren de amor sin poder estar juntos, pero no se matan ni son enterrados, se convierten en mariposas y vuelan a otra vida. Si Shakespeare hubiera sido chino, Romeo en lugar de decir “besándote me muero” hubiera dicho “sino en esta vida, quizás en otra”.
Abro las palmas para que el yang penetre por mis poros y fijo los pies para que este ying se escape entre las rocas del río.
Verónica

2 comentarios:

Anónimo dijo...

La verdad Verónica, que lindo tu mien-ying. Me emociona releer tu inspiración taoísta ...
Gracias
Lola

Lola y veronik dijo...

Lola, todo mi ser heavy zen para vos esta mañana patagonica y nublada de noviembre.